domingo

Una anécdota de mi infancia

Rondaba el año 1991, Michael Jackson era blanco pero guapo, ponían Goku por la tele y los niños salíamos a jugar a la pelota y no a ‘echarnos un pro’, no existía el tuenti ,los móviles eran más grandes que un ladrillo y Pamela Anderson ponía palote a los quinceañeros. Eran otros tiempos.

Yo como era un mozuelo muy inquieto, en la guardería decidí que los muros de mi sitio de recreo y de semi-emancipación paterna eran insuficientes; así como hizo en su día Cristobal Colon decidí ir más allá de mis fronteras. Usando un árbol de apoyo y mi agilidad felina sobrepasé los muros de mi pseudo-libertad, llegando a un tejado maravilloso donde había muñecos, pelotas, juguetes varios y una sartén.

Lancé a mis compañeros cual Rey loco de generosidad todos los bienes legítimamente conquistados y me quedé con mi trofeo personal, la sartén.

Tras bajar victorioso con el deber cumplido reuní a mis más allegados amigos, mientras algunos se peleaban por los bienes repartidos y otros intentaban alcanzar su cerebro por la nariz, yo (Henchido de gloria), les lancé un reto:

“A veh quién ez maz valiente ” Proclamé.

Acto seguido en mi inconsciencia lancé la sartén al vuelo, en altura, todos mis compañeros, asustados ante esa espada de Damocles que se cernía sobre ellos, salieron corriendo.

Indignos de mi presencia me jacté de ellos, me reí a carcajadas de mi superioridad. Pero el destino decidió que mi orgullo debía ser debidamente castigado, y la sartén que con tanta fuerza lancé a los cielos volvió hacía mi, inexorablemente, a darme un golpe en mi henchida testa.

Mi vi en el suelo, desamparado y desorientado, con sangre en la cabeza y la certeza de que me dejaría cicatriz. Y reaccioné como solo un niño valeroso sabe reaccionar:

Lloré y fui a pedir ayuda a la sita.

La Moraleja es que de pequeño era un gilipollas con un par de huevos.